Neuromarketing: cómo el conocimiento del cerebro potencia el marketing estratégico
El marketing lleva tiempo obsesionado con entender qué mueve realmente al consumidor. Desde la psicología, pasando por la economía y la sociología; todas intentaron dar respuesta a las motivaciones de la mente de los consumidores. Aunque cada disciplina aportó lo suyo, ningún método clásico alcanza para explicar el verdadero origen de las decisiones de compra en su totalidad.
Es así como la neurociencia irrumpió en la escena planteando un salto de paradigma: ya no alcanza con preguntar, hay que mirar donde nadie miraba. Así nació el neuromarketing, la disciplina que cruza el marketing con el estudio del cerebro y que está reescribiendo la forma de entender el consumo.
El fin de las preguntas cómodas
Hasta hace no mucho, el marketing vivía de focus groups, encuestas y suposiciones sobre el consumidor. ¿Quién no escuchó la frase “el cliente siempre sabe lo que quiere”? La verdad es que ni siquiera él lo sabe. Según estudios citados por Gerald Zaltman, el 95% de nuestras decisiones de compra se toman de manera inconsciente. Pero claro, si le preguntás a alguien por qué elige una marca, seguramente te dé una explicación racional. El cerebro, sin embargo, cuenta otra historia.
Néstor Braidot lo explica de forma directa: “Prácticamente el 90% de las decisiones que tomamos como consumidores tienen su origen en modalidades que se alojan en las profundidades de nuestra mente y que nosotros mismos desconocemos”. El problema no es solo de honestidad: es de acceso. Ni el mejor cliente puede verbalizar lo que pasa en su mente. Y ahí es donde el neuromarketing aporta herramientas inéditas para explorar ese “lado B” de la decisión.
Del marketing al neuromarketing: el salto de paradigma
La historia oficial del marketing se construyó sobre la promesa de predecir el comportamiento. La segmentación, el posicionamiento, el Top of Mind. Todo eso suponía que el consumidor era básicamente un agente racional. El neuromarketing tira abajo esa suposición. Los avances en neurociencia y neuropsicología —sobre todo desde los años 90— permitieron empezar a medir lo que antes solo se podía suponer: emociones, atención, memoria, percepciones y respuestas ante estímulos de producto, precio, comunicación o canales de venta.
Lo disruptivo es que ahora el marketing puede observar directamente el cerebro del consumidor mientras reacciona ante una marca, una oferta o un anuncio. Ya no alcanza con las palabras: hay que ir a la fuente.
¿Qué es el neuromarketing?
Definirlo como una simple “metodología de investigación” es quedarse corto. El neuromarketing es una disciplina aplicada que estudia y aprovecha los procesos cerebrales que explican la conducta y la toma de decisiones en el ámbito del marketing: desde la inteligencia de mercado y el diseño de productos, hasta el branding, el pricing y la comunicación.
Braidot lo sintetiza así: “No solo la información valiosa debe buscarse en las profundidades de la mente, sino que también hay que diseñar productos, servicios y marcas buceando en esas profundidades”.
El neuromarketing, entonces, no es solo una nueva manera de investigar. Es una forma diferente de construir marcas y experiencias, alineando la propuesta de valor con los verdaderos disparadores cerebrales del cliente.
¿Por qué importa tanto?
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Porque lo que el consumidor dice y lo que realmente siente o decide suelen estar en conflicto.
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Porque el cerebro toma atajos (heurísticas), responde a estímulos sensoriales y emocionales mucho antes que la razón.
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Porque hoy existen técnicas (fMRI, eye-tracking, biofeedback) que permiten observar en tiempo real qué partes del cerebro se activan ante diferentes estímulos de marketing.
Casos como el famoso experimento de Coca-Cola vs. Pepsi muestran que la memoria emocional y la marca pesan más que el gusto declarado. Cuando los consumidores no sabían qué bebida probaban, elegían Pepsi. Cuando sabían que era Coca-Cola, su cerebro mostraba mayor actividad en áreas vinculadas a recuerdos positivos y emociones agradables.
¿Marketing o manipulación?
Uno de los grandes debates es hasta dónde el neuromarketing es una herramienta ética. ¿Se trata de manipular o de entender mejor al cliente? Roger Dooley lo plantea así: “La neurociencia del consumidor no debería ser un camino para hacer que la gente compre basura, sino para mejorar la experiencia, reducir el ruido y diseñar productos que realmente resuelvan necesidades”.
La clave está en el uso: las marcas que quieran ser relevantes tendrán que comprender más profundamente a sus clientes, no solo venderles más rápido.
El futuro no es opcional
Las grandes marcas ya integran equipos y laboratorios de neuromarketing para testear productos, campañas y packaging. Pero la democratización de estas herramientas es inevitable: en pocos años, cualquier equipo de marketing podrá acceder a tecnologías que antes solo estaban en laboratorios de punta.
Solo sobrevivirán las marcas que entiendan cómo funciona realmente el cerebro de su cliente. No alcanza con gritar: hay que saber tocar el botón adecuado. El neuromarketing es —con todas sus promesas y sus desafíos— el campo de batalla donde se juega el futuro de la estrategia.
Referencias
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Braidot, Néstor. (2013). Neuromarketing en acción. Ediciones Granica.
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Zaltman, Gerald. (2003). How Customers Think: Essential Insights into the Mind of the Market. Harvard Business School Press.
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Dooley, Roger. (2011). Brainfluence: 100 Ways to Persuade and Convince Consumers with Neuromarketing. Wiley.
Por Lisandro Iserte